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lunes, 28 de julio de 2025

El lagarto de Jaén, u otro

Un día me crucé con un lagarto, que de Jaén era, porque fue bajando por el paseo de España al polígono de los Olivares, a la altura de la ronda de los Marroquíes; pero no sé si el famoso u otro. Creo que lo segundo. Me salió así, por sorpresa, y me miró muy serio y luego, sin despedirse, se arremetió por un cañizo que hay a la altura de la rotonda de la pajarita, y se perdió en el follaje haciendo mucho ruido. Quise hacerle una foto con el móvil, pero me faltaban manos, porque el perro quería pillarlo y tiraba muy fuerte de la correa, y tuve que sujetarlo. He pasado más veces por el mismo sitio con la esperanza de verlo de nuevo, pero en vano. Era grande como un caniche, pero sin pelo, tirando a calvo, de color tierra y escamoso. Fue una experiencia chula, a lo parque jurásico, pero nivel Jaén.



domingo, 27 de julio de 2025

Baroja era inclusivo

El lenguaje inclusivo, imagino que sin intención, ya lo utilizaba Baroja, porque en su novela Laura, de 1940, ya habla de estudiantes y estudiantas, refiriéndose a los de medicina; y no es que sea adaptación moderna, de esas que ahora retocan sin pedir permiso al autor, porque esta edición que tengo es de 1981. La releo ahora, unos 44 años después, porque tengo la, quizás, falsa creencia de que en las relecturas, entre las páginas que una vez pasé, encuentre momentos olvidados de mi vida. A veces funciona. Precisamente pregunté a mi madre por el significado de "zalamera", cuando por primera vez leí este libro, porque me encontré la palabra en uno de sus párrafos. Y confío tropezar con otros detalles que me den noticia de aquellos días, para comprobar que siguen ahí, en alguna neurona adormilada y no perdidos para siempre.


Las casas viejas

Parecían estar más allá de este planeta, porque lejos está todo cuando se tienen cuatro o cinco años, pero, en realidad, “las casas viejas” se ubicaban en la calle de al lado, no había más que subir una cuesta para meterse en ellas. Era un conjunto de viviendas adosadas sin terminar, una obra abandonada a las afueras del pueblo, que nos resultaban ruinas de templo maldito o algo por el estilo porque allí dentro, entre paredes desnudas de ladrillos y llenas de mensajes obscenos, crecían matas espinosas y yerbajos, y convivían numerosos insectos y lagartijas, probablemente ratas. Eran espacios ideales para investigar, ir de caza o llevarse el recuerdo de una avispa, en ocasiones un sarpullido. Los mayores se escondían a fumar y te ordenaban no contarlo. También eran sitio para jugar a las madres, pero eso era propio de las niñas. Como eran cinco o seis edificaciones, podíamos repartirnos a nuestro gusto por cada una de ellas y hacer nuestros juegos sin meternos en el del vecino. Sólo había una ocupada, la más retirada, lindando con la carretera general, por unos gitanos a los que se veía muy de tarde en tarde, pero que nos ignoraban como nosotros a ellos, no tanto sus perros o el burro que tenían. Poco recuerdo tengo de aquellas exploraciones sino la de que cuando era época crecían setas y los niños se las comían como galletas, o cuando la peligrosa oruga procesionaria hacía fila y alguno tuvo la feliz ocurrencia de tocarlas. Era un sitio chulo.

jueves, 24 de julio de 2025

Paisaje marciano

El atardecer colorea la Bética de matices marcianos. Ese paisaje rojizo invita a tomar un Rover y recorrerlo. A simple vista no aprecio pirámides con rostro humano, aunque insisto en su búsqueda. El tiempo apremia y cuando el Sol se oculta definitivamente, el rojo se convierte en púrpura y este en azul opaco. Y es ahí cuando descubres lo poco que importan aquellas, sino que la magia estaba en la luz.


El logo de la biblio

Se van a gastar 10.694 euros en cambiar el logotipo de la Biblioteca Nacional. Y para que no nos quejemos de en qué se gastan el dinero público nos han salido con que le van a quitar la corona, de cuya existencia, personalmente, acabo de enterarme. Movido por la curiosidad me he ido a ver el logo actual y sí, bueno, echándole imaginación, y si te apuntan, deduces que lo que te parecía un sillón orejero es una coronita sobre un cabezón. Debe haber menguado en alguno de los últimos lavados de cara de la institución. Pues vale, pues muy bien, son tiempos de crecimiento económico y estamos para tirar la casa por la ventana. Los diseñadores gráficos también tienen derecho a vivir de su trabajo, porque tampoco es cuestión de que todo lo haga la IA. Pero ya puestos a ser tan democráticos, ¿por qué no han dado la ocasión al pueblo para que se exprese?, con un concurso popular, por ejemplo, en escuelas y geriátricos. De este modo se podría dar un premio a una niña o una anciana, por su originalidad y capacidad de resumir a las generaciones venideras en una imagen el bonito significado de la Biblioteca, y no digo Nacional porque suena facha. Saldría mucho más barato y movilizaría a la población para acercarse a la misma. Pero es soñar por soñar, lo único que nos saldrá gratis.


lunes, 21 de julio de 2025

La ultima de Superman contra Barbie

Lo que más me ha gustado de Supermán ha sido la máscara del negro. El resto me ha parecido un batiburrillo, ahora lo llaman homenaje, de detalles anecdóticos y gadget de otras pelis. No sabía si estaba con Barbie, Spiderman, Alita o los Increibles. Al final renuncié a racionalizar todo aquello y me dio un ataque de risa ante tanta tontería junta. Creo que me tomaron por loco en la sala. En la misma en la que todo el mundo tenía las piernas por alto y un menú completo con doble de palomitas azucaradas sobre la bandeja. Llegué a la conclusión de que era una verdadera pena no estar viendo la peli en un cine de verano, de los de antes, de aquellos en los que la gente acudía huyendo del calor a ver lo que fuese y con ganas de hacer chistes fáciles a costa de los guionistas. Creo que estaría a la altura de títulos como 3 Supermanes en Tokio, El Zorro contra los 3 mosqueteros o Drácula contra Frankenstein, por mencionar alguna. El cine popular nunca muere. Ahora toca la de los Fantásticos.



domingo, 20 de julio de 2025

La carpintería de Andrés

En la esquina de la calle donde vivía mi abuela, allí en Úbeda, pared junto al pilar donde las bestias y los racionales bebíamos agua, tenía la carpintería Andrés, que era un anciano que sobrevivía como su oficio, muriendo poco a poco. Tenía el taller a la entrada y el suelo, que era un firme irregular de cantos rodados muy apretados unos con otros, estaba lleno de virutas como serpentinas. En las paredes se apoyaban tableros, tablones, listones y un calendario amarillento. Sobre la mesa de trabajo se repartían los útiles, entre los que destacaba un cepillo de hoja afilada, que invitaba a despertar de su sueño. En una esquina había una escoba y un recogedor. El cuarto se iluminaba con una bombilla muy sucia y desnuda, que pendía de un mugriento cable. A mí me gustaba visitar a Andrés porque siempre me hacía algún juguete, que solía ser una espada, aunque yo le pidiese un coche de carreras u otros disparates por el estilo. Todavía vivía gente que había hecho la guerra en África. Entonces los niños luchábamos con moros imaginarios y una espada, aunque de madera, era un arma muy útil para defenderse del asalto de Alí Kan. Mi abuela me insistía en que le dijese que no le hiciese punta, y si no seguía sus indicaciones ya se encargaba ella de capar la tizona. Una vez, envalentonada, se animó a hace una, con mucha voluntad, pero muy mal clavada la cruz del mango, porque no supo hacerle el bocado previo para que ambas piezas casasen, pero así evitó que volviésemos armados y nos diésemos una estocada traicionera. Para mi abuela todas las armas las cargaba el diablo, eso no era óbice para que alguna que otra vez usase un tirachinas. No tuve mucho tiempo para hacer más amistad con Andrés, porque murió a los pocos años. Era un tipo paciente y bondadoso, con todo el tiempo que daba entonces la vida, que no entendía de horarios.


sábado, 19 de julio de 2025

Del concierto del Chiquetete aquel, en Jódar

El Vico era un amigo segurata que había hecho la mili en Barcelona, en caballería creo recordar, aunque era de Linares, y contaba que le dieron muchos permisos y estuvo trabajando para el mejor escultor de la capital condal, que lo contrató como modelo, y cuyo nombre no recuerdo por más que he querido indagar, que lo mismo no ha sido suficiente. Pese a todo no pierdo la esperanza de encontrar algún retrato suyo en algún monumento catalán. Tocaba el acordeón de oído y cuando viajaba en el tren de Linares a Barcelona ligaba con extranjeras, y lo hacía bien. Vico, como se puede comprobar, tenía una buena colección de anécdotas que contar y no faltaron pocas ocasiones para oírlas, tuve esa suerte. Era muy buena gente y alguna vez se rieron de él los compañeros, y eso le dolió bastante. Ya lo contaré otro día. Ahora toca lo del concierto de Chiquetete en Jódar, ese municipio de Jaén semillero del comunismo más ortodoxo en la década de los 90, donde los vecinos daban el voto a Batasuna en las generales. El retrato de Stalin presidía en salón de plenos del ayuntamiento, con el de Lenin y el Che Guevara. Los escolares confundían a la dama de Elche con la esposa del revolucionario. Eso no impedía que un pueblo tan progresista disfrutase de la música más popular, de profunda raigambre andaluza, pero no exenta de novedades, como era entonces la de Chiquetete. Se organizó el concierto del que hablo y al Vico lo enviaron con otro compañero a ocuparse de la seguridad, el presupuesto no debía ser muy alto. Allí acudió la flor y nata de los amantes del cante y sus versiones melódicas, dando palmas y taconeando, gente con mucha melena y trajes de corte que venía de los alrededores a disfrutar del celebrado artista. Entonces los de Jódar tenían fama de ser muy rurales, poco protocolarios y viscerales, directos, muy brutos, en pocas palabras. El caso es que en la puerta del recinto donde fuera a darse el concierto, se sumaban y sumaban admiradores, con o sin entrada, y estos últimos, con el argumento de que Chiquetete era para ellos como su padre o el mismísimo hijo de la Virgen María, exigían un pase, un rincón para ver y oírlo. Algunos ya trepaban los muros y Vico y su compi corrían de un lado a otro para impedirlo. Otros, menos arriesgados, esperaban a que se abriesen las puertas y, para no aburrirse, levantaban los adoquines de la acera y hacían castillos. El concierto se retrasaba y empezaba a cundir el nerviosismo. La noche avanzaba y aunque se veían las estrellas amenazaba tormenta. Se asomó el Vico a preguntar qué era lo que pasaba, para poder dar razón a los seguidores que se agolpaban en la puerta y expresaban con malas formas su quita. Allí en el improvisado camerino estaba el Chiquetete sentado a una mesa bien rodeado de sustancias tonificantes porque, según sus propias palabras, no podía, no podía. Y mientras, el público se impacientaba. Aquello no parecía tener más solución que anunciar la suspensión del concierto y le dejaron la papeleta a los seguratas, que estaban en la puerta principal. Por otra más discreta saldrían los músicos y su líder. No voy a contar el canguelo que le entró al Vico sabedor de la responsabilidad que le habían adjudicado, parece que lo veo sudar y palidecer como cuando lo contaba. Al otro lado de la puerta se oían golpes y gritos de amenaza. En un momento dado, inesperadamente, se fueron las luces y la calle quedó a oscuras, y se organizó un gran escándalo. Como la ocasión pintaba calva, el Vico y el colega no se lo pensaron dos veces, hicieron mutis por el foro y se escaparon entre el gentío. Con la habilidad de una rata llegaron hasta el coche, que habían aparcado al final de la misma calle. Pero cuando fueron a arrancar volvió la luz y rápidamente fueron identificados por los congregados.

- ¡Los seguratas, que se escapan los seguratas! – y la muchedumbre se abalanzó sobre ellos dispuesta a cobrarse las entradas.

En ese instante ya solo pensaron en salvar el pellejo y de un acelerón salieron disparados de un linchamiento seguro, llevándose por delante a más de un jodeño.



viernes, 18 de julio de 2025

Méntrida se hizo humo

Ahora que arde Méntrida recuerdo sus tardes de verano, tardes de siesta que dormían los mayores, arropados por un manto de calor, que detenía el tiempo. La tele también reposaba su blanco y negro. Las chicharras cantaban sin cesar y convertían su música en silencio. Tenía dos horas de digestión por delante antes de sumergirme en la piscina, para ir por un botijo de agua a la fuente, para meter saltamontes en un hormiguero, montar en bicicleta bajo los álamos oscuros, recorrer el cauce del río, visitar las viejas bodegas, y para leer las aventuras de los cinco y unirme a ellos. Aquella Méntrida era otra, pero también humo ahora.



jueves, 17 de julio de 2025

Los dientes de Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez tuvo que salir de España cuando empezó la guerra porque fue denunciado por el diario Claridad, un periódico socialista que tuvo en el punto de mira a los intelectuales que consideraba tibios con la causa republicana, según la entendían ellos, que no era la burguesa. Le ayudaron a agilizar el papeleo para el pasaporte Rivas Cherif y Manuel Azaña, republicanos liberales, cuando todavía podían nadar y guardar la ropa. A este dato hay que añadir además su detención previa por una checa anarquista, dispuesta a darle el paseíllo, pero que se libró porque sus dientes eran blancos y los milicianos buscaban a uno con dientes de oro, pero de nombre semejante.