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martes, 28 de octubre de 2025

La IA literaria

Le pido a la IA que me haga un bosquejo de una de mis novelas, para anunciarla. Le doy cuatro ideas y me presenta una entrada cojonuda. Deduzco que por este camino cualquiera puede darse el gustazo de imaginarse divulgador literario, y puede caer en la tentación de definirse creador. La IA es un alumno avezado, que ha bebido de todos los cursillos de escritores que proliferan por la red, y ahonda en sus trillados remedios. Por eso, lo adecuado es tomar su propuesta y usarla, pero no seguirla, sino para contar mismo, pero de otro modo, que será lo original y chocante, porque si no, es repetición y resabio, ilusión, como la música del organillo de manija, o viaje sobre Clavileño el Alígero.


domingo, 26 de octubre de 2025

Si Al-Gafequi contase

A pocos importaba que fuese Al-Gafequi el personaje que desde un lateral de la plaza del cardenal Salazar contemplase la puerta de El Churrasco - nunca sabremos si con hambre o terror a la carne de cerdo, por si era de cerdo - o mirase sin mirar, entrar y salir, al alumnado de la facultad de Filosofía y Letras, sita en el viejo hospital. Por aquel entonces el celebrado oculista del medioevo andalusí no resplandecía como ahora, ni nadie lo presentaba a las multitudes, sino en escasas ocasiones y siempre a contados nórdicos. Su color era más opaco, tal vez porque la humedad del río propicia la expansión del liquen, las palomas no respetaban su turbante, ni los perros su peana, o quizás porque en más de una ocasión alguien lo había bautizado con cerveza, o lo había ahumado con tabaco u otra sustancia que le daba cierta y nebulosa vida. A sus pies se multiplicaban cáscaras de pipas, colillas y vidrios de color de cobre. Pero nada parecía incomodarle. Al-Gafequi recibía temprano a las estudiosas y acompañaba hasta muy tarde a los que preferían el corro y la tertulia en vez del aula y la monserga. Desde su ventajosa posición controlaba el movimiento del alumnado, para retirarse a la plaza Maimónides, tomarse un café en Deanes o sumergirse en la calle La hoguera. Algunos, los más inquietos, para evitar a Catilina, prefería huir hasta el patio de los naranjos en busca del sol de la mañana, o subir al antiguo alminar para fumarse un pitillo esperando a Aníbal.  Si no acudía Alejandro, porque estaba de excavación, se retiraban hasta el arqueológico y allí conversaban con Ulises, o se imaginaban correr el agua por el caño del ciervito de Medina Azahara, bajo la torcida vigilancia del segurata. Hubo valientes que incluso se atrevieron con ocupar la trinchera de Gran Capitán y rescataron alguna tesela, por vérselas con Anguita. En la librería de la esquina se hacían las fotocopias o se pillaban los apuntes de la Asquerino, el libro egipcio de Drioton, los de siglo XXI, los clásicos castellanos o el Strahler. Por las tardes, retumbaba la calle Romero con las palabras de Marzoa explicando a Descartes. Pedro Ruiz mentaba las coplas de Mingo Revulgo. Contreras llevaba la medieval y Bartolomé la Geografía. Unos gatos como panteras se paseaban por los tejados de enfrente, y miraban a los ratones de las aulas con los ojillos ladinos. Al final de la de Almanzor podía hacerse uno con un bocata, en El Picantón si era más tarde. Nadie pensó en llevarle uno a Al-Gafequi. 



sábado, 25 de octubre de 2025

La aventura del busto parlante

De las muchas y singulares anécdotas que se cuentan en el Quijote, guardo recuerdo de una que me sugestionó en la infancia, que no es otra sino la del busto parlante, que guardaba en un aposento Don Antonio Moreno, aquel que dio cobijo al manchego en la ciudad de Barcelona. Si bien es cierto que al final la Inquisición destapaba la farsa y no había sino truco en todo ello, por mucho tiempo padecí yo por las estatuas que pudieran hablarme, y de ese modo, en sueños, sufrí sus increpaciones y reprimendas, por mi comportamiento, en especial de aquellas de Semana Santa, que lo hacían en voz alta y clara. Y por eso se lo conté a mi padre, y él me dijo que si eso me pasase en la realidad y no en una pesadilla sería milagro. Por lo que, entre otras razones, decidí que era mejor no pisar una iglesia y evitar así poner en compromiso a los santos.


miércoles, 22 de octubre de 2025

Volver a la casilla de inicio

He retornado, por azar del destino, a impartir clases en 1º de la ESO. Hacía muchos años de la última. Las sensaciones son otras, más de 30 años de docencia te permiten ver las cosas distintas. No me había dado cuenta hasta ahora de la comicidad de este alumnado y de las situaciones que provocan. Antaño era un infierno, hoy un descojone. Me resulta imposible evitar advertir en cada gesto, detalle o situación un motivo para la hilaridad. Me ha dado incluso por remirar el álbum de fotos donde aparecen mis hijos haciendo sus primeros pinitos. En el ocaso, la vida que despierta resulta entrañable. Uno contempla con simpatía la torpeza de los que se inician en la madurez. Personajes que todavía buscan el refugio en su madre o miran con cierta nostalgia los muros del viejo colegio. En todas esas caras apenas hay señales, sino mucha curiosidad y desconcierto. Por lo que sea uno llega demasiado tarde al punto de partida. Solo queda la sensación de que todo pudo hacerse de otra manera. Pero el camino, salvo en las revueltas, no se deja ver, y ya está hecho.


domingo, 19 de octubre de 2025

La Península de las casas con invitados

El de Uclés es un libro muy pesado, un kilo la edición en tapa blanda y algo más la dura. Son muchas páginas. Tiene tantos padrinos como ediciones; aumentan con cada una de ellas, pronto la faja será tan grande que no se verá la portada de Zabaleta, muy bonita y mejor en la edición a color. Cuenta la guerra de siempre, (en este país no hay otra), pero desde la provincia. La guerra es una de buenos y malos, donde los malos siguen siendo malos y los buenos malos a ratos. Tiene muchas citas de protagonistas de entonces, de Unamuno a Indalecio Prieto, Azaña o Garcíalorca, y de fachas, que se leen en otros, por lo que puede llamarse libro de libros, florilegio o literatura de derrubio, que es término inventado por Umbral, sospecho. Luego está lo que es cosecha propia, que es sucesión de anécdotas de tíos-abuelos que lo vivieron o les contaron, y se expresan muy bien. Sin la parte de los famosos sería más breve. Hay mucha gente que lo ha empezado a leer y dice que le gusta, a ver si lo terminan.

Me da en la nariz que David es un buen chaval, que va a tener que digerir mucho éxito. Creo que lo fichará Planeta, para que escriba lo mismo y se lleve el premio, y ellos los dividendos.


viernes, 17 de octubre de 2025

Rincones iluminados

Guardo en la memoria tres lugares donde los rayos del sol iluminaban mis lecturas. Uno era la escalera de la casa de mi abuela. Otro, un espacio custodiado por cinco álamos negros. Y el último, un rincón en el salón de mi casa. La luz sigue siendo la misma, pero los resquicios por donde se precipitaba ya no existen.


jueves, 16 de octubre de 2025

El robo de un Picasso camino de Granada

Ha desaparecido un Picasso camino de Granada, como cadáver de Lorca en la cuneta, y me he acordado de cuando robaron la Mona Lisa y le echaron la culpa al malagueño. Luego resultó que lo que se había llevado eran unas esculturas ibéricas, y lo soltaron; se ve que no eran valiosas aunque inspiraron el de las señoritas de Avignon, que eran todas unas putas. Yo no se si Picasso tendría tanto aprecio al cuadro de la guitarra - porque es un cuadro de ese instrumento -como tenía Leonardo a su Mona Lisa, que no prestaba ni al rey de Francia, aunque este se la quedó al final. Nunca sabremos si la del Louvre es o no la verdadera, pese a los análisis que como a la Sábana Santa le vienen haciendo desde hace décadas. Lo más probable es que quien dio el cambiazo lo hiciese a conciencia. Esto viene al hilo de que se presta a argumento de novela, pero no para ganar un Planeta, que es cosas de señoras de postín, sino para hacer una de ladrones y fantasmas. De fantasmas digo porque el cuadro tiene algo de fantasmagórico más que de cubista, y después de esta su valor se duplicará en las subastas. No estoy dispuesto a que se me acuse de nada, bien es cierto que en casa tengo un cuadro semejante, que más que guitarra parece silla. Si no aparece el bueno, con el mío se pueden hacer un apaño, no regatearé precio.


miércoles, 15 de octubre de 2025

La cara del padre de los Karamazov

Trumpy tiene algo de Karamazov. Sí, hombre, del padre, Fiódor Pávlovich, el de los cuatro hermanos hijos de tres madres distintas, que son rusos y muy distintos, en apariencia, y luego no tanto. A ese que en algún que otro capítulo de la novela, por el modo en que se conduce y él reconoce, llaman payaso. Cuando leo esta de Dostoyevsky es que le pongo la cara al progenitor. Antaño no, me la imaginaba, pero ahora se la adjudico. Tiene miga que a un personaje de la literatura clásica haya que vestirlo con esas galas, pero también parecía imposible que algún día alguien con semejantes características pudiese convertirse en presidente de una gran nación, que, todo hay que decirlo, es lo que hace grandes a las democracias, incluso para demolerlas.


martes, 14 de octubre de 2025

Traducciones, interpretaciones, malentendidos y misantropia

Con las traducciones de los clásicos tienes que andarte con ojo pues bien no las entiendes, porque quedaron obsoletas, o, si son nuevas, actualizan, borran y tapan lo que incomoda, y terminas leyendo otra cosa o interpretando lo que no era. Tengo la fea costumbre de leer algunos libros desde dos o tres traducciones, si se puede. Es tedioso, pero enriquecedor. Hay matices, cambios, giros insospechados. A veces dudas de si el libro original es el mismo, y el resultado adaptación o resumen. Sospechas también que te toman el pelo. Luego te sale uno que te dice que se lo lee en el original, y presume de idiomas, pero luego le rascas y también se inventa lo suyo. Toda lectura es recreación de lo escrito. No hay dos iguales. Tampoco lectores, pues cada uno pone su voz interna en la interpretación. Estamos condenados a oír nuestro eco en los recovecos de la sesera, el otro siempre incomoda y no le escuchamos. Bastante tenemos con aguantar a nuestra conciencia.


lunes, 13 de octubre de 2025

Un profesor que nos leía Alfanhuí

De Ferlosio está El Jarama, pero también Alfanhuí que es anterior. Yo tuve un profesor de Lengua y Literatura que se llamaba Juan Luis, que debía de admirar mucho a Ferlosio porque un día nos contó el argumento de El Jarama y otro nos leyó un capítulo de Alfanhuí. Aquel primero de bachillerato, del antiguo, fue muy enriquecedor porque veníamos de la EGB y todo era nuevo; el país también empezaba a serlo. Juan Luis era un tipo muy original y estoy convencido de que amaba su profesión. Invitaba a la reflexión y al debate, a la lectura y la narración. El día de Alfanhuí fue uno de los muchos que hizo inolvidables, para hacerse con un asiento en la memoria. Ahora repaso el libro, adquirido en una de viejo, y advierto que tan bueno era aquel como las horas de clase que volaron.